martes, noviembre 19, 2013

Poesía contra la violencia de género

Algunos de los poemas que tuve ocasión de leer en el II ciclo de Poesía frente a la Violencia de Género, organizado por la poeta Rafaela Hammes Castillo en Córdoba.

Porque como Celaya, pienso que la poesía es una arma cargada de futuro, un arma capaz de generar conciencia y por ello, feliz de participar en estas jornadas que conducen entre otras cosas a la reflexión.

                      I

Un aura
de siniestro ataúd la encadenaba
a la ingrávida sombra
después que la ruptura de amor aventara
las negras mansiones de nubes,
los palacios de escombros
que había entre sus manos.
Barrer
 uno a uno los cristales
afilados del odio suponía vencer...
rehacer otra luz,
caminar
de otra forma distinta.
Suponía
         nacer,
olvidar cementerios, dar dos pasos, subir
allí en la escalinata
de sus mismos pechos y respirar,
como si nunca el odio
le enviara misivas, diminutas
estampas otoñales, tan obscenas
como la misma muerte.











-Este II poema se inspira en una época... en ese mundo en blanco y negro  que le tocó vivir a esa linda y extraordinaria  mujer que fue mi abuela.


                        II

La vejez
vestía entonces con los flecos
de afanosas toquillas.
Un rodete
cincelado en la nuca y las mujeres,
amas de casa todas,
despertaban de sus sueños primeros.
Eran tiempos quebrados y la guerra
como un vientre rugía su dolor desmedido.
Luego, uno a uno los chiquillo
caminaban llorosos
                  y los poetas
eran idos
o eran muertos ante los ojos
de todas las choperas.
Yo aún no había nacido y las mujeres
más que nunca
persignaron sus frentes e invocaron
a ese Dios depravado y sordo.




                     III

Porque todo era tuyo mis palabras
de mi se fueron yendo lentamente.

De mi se fueron yendo los romances,
las cuartetas primeras, el balbuceo
de todos los sintagmas que me habitan.

Así la fuerza de la muerte
                            trajinaba...

Porque todo era tuyo recogiste
de mis versos el agitado sueño.

La pulpa desolada es lo que queda,
y esta mudez salobre y esta manera
de llorar temprano.


                               Isabel de Rueda