viernes, agosto 24, 2012

En la ruta del Pandero Cuadrado

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Un paseo fugaz hacia el silencio extraño de aquel pueblo me llevaba
por las calles estrechas, nunca andadas, de un camino...

Las piedras y su don de estremecerte transfería a mi voz el enigma de lo nunca usado.

Caminaba
y observaba en el valle ventanas,
en los riscos las veredas azules del nomeolvides.

Así fue que mis palabras fueron tomando la forma intangible de un huerto.

Un huerto berceriano, me decía, en medio de ese sueño agreste de pandero cuadrado en cuya torre de ocultas zarzamoras se erigía la figura íntima de un verso.

Al final de ese trozo raído de un castillo, los arbustos pétreos de un silencio
vencido por el vuelo cercano de algún ave se posaba
en la arcaica esfera de una roca.

Monumentos naturales;
capicho indómito de un dios o de muchos dioses que habitaran la magma...

Un mugido de lluvia, de viento, de horas me abrazaban.

La desolada paz del abandono, la orfandad de las casas y ese frío interno,
me abrazaba con belleza inasible, y los pasitos de un trébol en aquel alto solar del abandono.



Isabel de Rueda