lunes, agosto 29, 2011

GABRIELA MISTRAL -UN PUÑADITO DE AFECTOS-





A Sara Castelar y Benjamín León






Creo en mi corazón, el que yo exprimo
para teñir el lienzo de la vida.
Gabriela Mistral











Soy mujer de un puñadito de afectos. Vivo de los afectos como del aire y la luz confiesa Gabriela Mistral en su diario íntimo.

Dos frases, que hoy me vienen justas, para expresar lo que ha supuesto mi experiencia en las II jornadas de estudios mistralianos que, con tanto amor ha organizado el poeta Benjamín León en Vicuña (Chile)

Porque si tengo que resumir, de alguna forma, este maravilloso encuentro, imposible, sería obviar este apartado del mismo, donde además de hollar en la figura de esta gran mujer y poder saborear los abruptos y maravillosos paisajes de su tierra natal; las montañas del valle, los ríos...además de adentrarme en la vasta maraña de letra impresa, -tintas de río que se ha escrito sobre su obra- escudriñar sus libros, el verso, el poema...

participar en estas II jornadas internacionales de poesía mistraliana en Chile, me ha servido para traerne de Monica, Naavale, de Edith, de Jaime, Sergio y de tantos y tantos otros participantes un trocito de aire.

Un aire fresco, cómplice e irrepetible. Aire con el que abanicarme en las calurosas tardes que anteceden a la siesta en el verano, donde el clima tortuoso del sur nos suele acompañar por unos meses.

Una feliz convivencia donde el Eje era Gabriela, y donde el grupo de poetas andaluces de donde yo formaba parte, asumimos la dicha inmensa de aprender a bailar una cueca con el solo ventrículo derecho, mientras que con el izquierdo, abrigamos el eco mapuche y fuimos al verso, al enramado abrazo allá por Montegrande donde reposan los huesos de la que fuera una poeta de altura.

Porque si algo teníamos claro el grupo de poetas e investigadores, es que la gran Montaña, sobre las montañas, era ella, Gabriela, y nosotros simples, acaso, torpes escaladores, deseosos de saber, de conocer, de surcar el espíritu enigmático de esta extraordinaria mujer que allí nos unía. Perú, México, Uruguay, Argentina, España, además de prestigiosos poetas y estudiosos chilenos, que en torno a tu figura nos concentramos allí por unos días.

Soy paloma y soy fiera. Sé arrullar y rugir seguía anotando Gabriela en su diario íntimo. Un diario donde Lucila Godoy se refleja como en un espejo de mano y se escribe más adentro en las entrañas de su propia condición de mujer.

Estudiándola, leyendo sentencias como ésta, me sorprende la constante paradoja de lo que pudo ser su vida y su obra. Percibí con sorpresa, la capacidad extrema de ternura y rudeza que se daba a un mismo tiempo en su persona. Cualidad o defecto, no lo sé, pero que a mis ojos esa ambivalencia en su persona la hicieron grande, más grande aún si cabe.



Pero lo que más me sorprendió, y para eso sí que era preciso atravesar el Atlántico, cruzar montañas y desplazarse a ese pueblo perdido del valle de Elquis, fue palpar con los cinco sentido el lugar de nacimiento, la pequeña y humilde casa, hoy museo, y comprender cómo una mujer en esa época, en esas condiciones, en ese lugar rústico, casi salvaje, sin una habitación propia, como seguramente diría Virginia Woolf, con la grandiosa y sola fuerza de su voluntad, pudiera más allá de lo imposible, derribar ese fuerte bastión del yo y mi circunstancias, destino que probablemente la tuviera cercada y que ella, admirablemente, supo esquivar con la sola fuerza de su pulso.

Creo en mi corazón, el que yo exprimo / para teñir el lienzo de la vida

dice Gabriela en uno de sus versos. Y es que, repasando mi libro de viaje, donde han quedado grabado fragmentos de emociones, no solo mías, sino de muchos de los asistentes de ete II encuentro con Gabriela, compruebo hasta que punto máximo de la gradación, la fuerza de su espíritu se fue adentrando y la fuimos sintiendo en cada uno de nosotros. Sumada la intuíamos en todos los actos que día a día se iban celebrando en su honor.

Así, sin verla la veíamos, la veía, en cada visita que hicimos a colegios como el del Molle o el de Luscila Godoy, en Vicuñas. La veía en los ojos brillantes de los niños, a los que ella tanto amaba, la veía mirando las estrellas en el Mamayuca, en la Serena o en Coquimbo donde días antes pernoctamos. Elevar sus versos, asi los globos soltados al infinito azul del cielo, así unos mimos de aspecto angelical y candoroso se afanaban en los libros.

Una ristra de manos y un perfil de ternura se filtraba en los muchos deseos de palabra compartida. Yo, al igual que Gabriela confesara en su diario íntimo, Soy mujer de un puñadito de afectos. Vivo de los afectos como del aire y la luz.


Isabel de Rueda








viernes, agosto 26, 2011

II JORNADAS MISTRALIANAS EN VICUÑA -CHILE-




Vicuña. Casa Museo Gabriela Mistral















Rueda de Prensa en La Serena










Grupo de participantes de Argentina, Perú, México, Uruguay, España y Chile en estas II jornadas mistralianas celebradas en el valle de Elquis















































A Gabriela Mistral


LA MAESTRA


Yo tengo una palabra en la garganta

una pizarra

de agua entre mi lengua, la demencia
de un sueño tengo entre mis labios.

Estaciones de un Valle prendidos en un fonema

y un poema

que baja por mi sangre.

Por mi loco aliento, sé que está la marca

las señales de todo lo vivido,

a veces

el anden del miedo está en mi boca...

Y, como locas muchachas enroscadas

en el tracto inicial de la inconsciencia,

tengo la palabra pastando,

un arroyo perdido en un lagar

donde fluyen los niños.


Isabel de Rueda